Aunque es un género que puede
rastrearse hasta la época de Lope de Vega, que escribió alguna
comedia con orquesta (cómo no siendo el autor más prolífico del
panorama español) la zarzuela vivió su gran auge en el siglo XIX.
Ese mismo siglo es el de la ópera.
Grandes composiciones musicales, con grandes dosis de dramatismo (nos
referimos a la ópera romántica, evidentemente hay una ópera bufa o
cómica con grandes títulos como El Barbero de Sevilla) y
casi tragedia que basadas en los gustos musicales y teatrales de la
época ha llegado no sólo viva sino incluso vigente a nuestros días.
Sin embargo la zarzuela ha ido
languideciendo. A pesar de contar con un teatro propio, se la ha
considerado siempre un género menor y se aplica a toda ella el
término de género chico, cuando este se refería realmente a las
zarzuelas menores en sólo un acto.
La zarzuela cuenta, sin embargo, con
grandes momentos de lirismo y musicalidad. Y era además un género
rompedor, al poner en escena personajes y lugares de la época. Tal
vez como anuncio de lo que después será el musical, la zarzuela
sitúa en el día a día de los espectadores sus historias, su música
y sus diálogos.
La del manojo de rosas es un buen
ejemplo de ello. Un joven moderno. Un taller de automóviles (el
invento del momento) y una historia ambientada con situaciones y
lugares modernos sorprendió a los espectadores que enloquecieron con
la obra y la historia. La obra se repone hasta el 12 de enero en el teatro de la Zarzuela.
El género decae, pero la reposición
de los grandes hitos de su producción es una buena forma de hacer
que los que no lo conocen, de los que hablan de él con escepticismo
e incluso con desdén puedan comprobar como ha dado grandes momentos
no sólo musicales o teatrales, sino incluso culturales y sociales,
mostrando una España más moderna y europea que lo que mostraban las
tópicas óperas románticas ambientadas en España que se estrenaban
en el resto de Europa.
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