La desparición de la vida nocturna en
las ciudades españolas es cada vez mayor. Encontrar lugares a los
que ir a determinadas horas de la noche es muy difícil, sino
imposible. Las normativas de los ayuntamientos, que no saben
conciliar la vida nocturna callejera con la de los durmientes, han
empobrecido y casi hecho desaparecer el ambiente nocturno de nuestras
calles.
Y esa desaparición es también
desaparición de vida cutural. Los locales cada vez tienen más
impedimentos para mostrar la cultura que hay en los lugares que
ocupan. La música, no sólo en directo, sino también los discos y
el trabajo de los dj's está cada vez más perseguida. Es difícil
organizar un concierto en directo. Y es muy difícil que a
determinadas horas suene música en un local.
De las conversaciones y la vida en los
bares de madrugada han nacido muchas ideas, muchas sensaciones y
mucha narrativa y ficción que después ha llenado las pantallas, las
páginas de los libros. Pero hay también otra cultura: la de la moda
que se ve en las gentes que acuden por la noche (vestidas de manera
diferente a cómo irían a otros lugares), la de las bebidas que se
beben, la de las comidas que se sirven.
Las ciudades son cada vez más
aburridas. Las normativas, los policías, el miedo y el tedio se
juntan para que no haya manera de encontrar lugares divertidos que
puedan aglutinar a un público que necesita divertirse para luego
poder rendir. Pero que también necesita esa diversión para poder
crear productos culturales.
Así, todo se vuelve más gris y más
igual, más aburrido. La imposibilidad de los estamentos públicos
para crear normativas que hagan posible la compaginación de las
vidas de unos y otros es manifiesta. No se piensa más que en
prohibir, en lugar de buscar otro tipo de soluciones más
imaginativas y que puedan también compaginar vida y diversión. En
este momento de crisis, no sólo nuestras vidas diarias son grises y
tristes, también las noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario