Que hay un teatro de posguerra
perdurable lo demuestra la cartelera madrileña que una y otra vez
vuelve a estrenar obras de la época que tuvieron mucha repercusión
y que llegan a nuestros días con la misma sensación de obras
necesarias y frescas.
Muchas de esas obras carecen de
contexto histórico. Son obras intemporales, lo que en épocas de
problemas políticos suele considerarse un inconveniente para los
autores, pues son tratados de escapistas o de colaboracionistas
incluso. Pero, pasado el tiempo, esas obras sin contexto, esas obras
que no están enmarcadas en un lugar o tiempo concreto, tienen una
gran ventaja, su contenido suele ser igual de válido siempre.
Una de esas obras, repetidas,
repuestas, y restrenadas con éxito es Maribel y la extraña
familia. La historia de una prostituta y de un chico tan ingenuo
que no sabe que es una prostituta. Y de su dos tías que tampoco
saben o que fingen no saber lo que es la chica. Pero sobre todo que
no les importa lo que haya sido.
Una obra llena de humor y de ternura,
con los habituales de las obras de Mihura, un poco de humor
surrealista, el amor de un hombre sencillo y una mujer de mundo, dos
señoras mayores extrañas pero entrañables y un poco de misterio
para que la obra no pierda interés.
Ahora la obra se reestrena en la
carterla madrileña. Una obra que lleva viva más de cincuenta años,
de la que hay múltiples ediciones y que entre otras llevó a su
autor a la Real Academia de la Lengua, aunque nunca llegó a ocupar
su sillón pues la muerte le sorprendió antes y le libró de tener
que escribir el discurso de aceptación de su cargo.
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