Lo más sorprendente del nuevo enfoque que los guionistas y productores le han dado a James Bond es lo desfasado que quedan las anteriores versiones del agente secreto inglés. Comparando las capacidades y las historias anteriores, los antiguos Bond nos parecen un ejemplo imposible de una ficción que va más hacia lo fantástico o loo cómico que hacia lo realista.
Pierce Brosnan en los noventa, Roger Moore en los ochenta y Sean Connery en los setenta daban la imagen de un héroe que no sufría, que no sudaba. Elegante, pero demasiado débil y sobre todo sin los matices morales que el nuevo Bond tiene.
El nuevo es un personaje con cierto aire atormentado. Acompañado también de su aire sarcástico y elegante, el nuevo sin embargo, puede llevar vaqueros, puede correr y sudar y sobre todo sufre. La fuente de su trabajo es su sufrimiento. La capacidad para hacer su trabajo proviene de su atormentado pasado, de su incapacidad para empatizar o amar, de su aire de psicópata entregado al trabajo, a la muerte, que es su principal función, neutralizar el peligro.
Los anteriores pasaban por el mundo sin que este los manchara. Podían atravesar una selva tropical sin una gota de sudor en su cuerpo. Podían hacer el amor sin sentir pasión ni emoción. Podían matar sin sangre.
El nuevo Bond, apoyado en un guión más oscuro, en una interpretación distinta, en una reinterpretación moderna y profunda del personaje, pasa de ser un tópico a ser un hombre. La versión humana de un agente secreto, la versión humana de un hombre que da su vida por un ideal, por su país, por el bien.
El nuevo Bond es un humano que hace un trabajo duro y que le afecta, le duele, sangra, suda y sufre. Un hombre duro que hace lo que tiene que hacer. Lo que nadie más puede hacer. Lo que alguien tiene que hacer.
Pierce Brosnan en los noventa, Roger Moore en los ochenta y Sean Connery en los setenta daban la imagen de un héroe que no sufría, que no sudaba. Elegante, pero demasiado débil y sobre todo sin los matices morales que el nuevo Bond tiene.
El nuevo es un personaje con cierto aire atormentado. Acompañado también de su aire sarcástico y elegante, el nuevo sin embargo, puede llevar vaqueros, puede correr y sudar y sobre todo sufre. La fuente de su trabajo es su sufrimiento. La capacidad para hacer su trabajo proviene de su atormentado pasado, de su incapacidad para empatizar o amar, de su aire de psicópata entregado al trabajo, a la muerte, que es su principal función, neutralizar el peligro.
Los anteriores pasaban por el mundo sin que este los manchara. Podían atravesar una selva tropical sin una gota de sudor en su cuerpo. Podían hacer el amor sin sentir pasión ni emoción. Podían matar sin sangre.
El nuevo Bond, apoyado en un guión más oscuro, en una interpretación distinta, en una reinterpretación moderna y profunda del personaje, pasa de ser un tópico a ser un hombre. La versión humana de un agente secreto, la versión humana de un hombre que da su vida por un ideal, por su país, por el bien.
El nuevo Bond es un humano que hace un trabajo duro y que le afecta, le duele, sangra, suda y sufre. Un hombre duro que hace lo que tiene que hacer. Lo que nadie más puede hacer. Lo que alguien tiene que hacer.
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