Hay espectáculos que se venden solos. Nadie tiene que dar razones para explicar que va al cine. Es lo más normal. Es habitual. Ir al cine es simple, fácil, es costumbre y es usual. Es la diversión de miles o quizá millones de personas en este país durante el fin de semana. Las películas se escriben y se estrenan por decenas y los espectadores se agolpan en salas repartidas a miles por todo el país.
Un concierto, sin embargo, es otro tipo de espectáculo. En la mayoría de las ocasiones es un espectáculo único. Incluye la interpretación en directo, la improvisación, la comunión con el autor. Un concierto, excluimos aunque tal vez innecesariamente los de música clásica, es una experiencia de comunicación entre el autor y el espectador.
Las canciones están hechas para ser escuchadas, reproducidas, expuestas al público. Una y otra vez. Para que las escuches en tu reproductor. Pero en directo, las canciones, tienen otra vida. Existe la posibilidad de que el autor se equivoque, la de que improvise un solo, la de que incluya frases nuevas o distintas en la canción que tantas veces ha cantado.
Por eso la música en directo, los conciertos, son experiencias distintas, únicas, variables, un espectáculo que con la crisis económica y como no la cultural está a la baja. El precio es poco mayor que una entrada de cine. El espectáculo dura más o menos lo mismo. Pero tiene la diferencia de que es único, irrepetible.
No debería ser necesario defender la música en directo. Pero en estos tiempos en que parece que todo gasto es un despilfarro, que todo dinero gastado es dinero malgastado, que todo debe ser gratis o necesario, la música en directo es no sólo necesaria, sino imprescindible. No sólo como diversión, sino también para comprender hasta que punto algo puede ser único.
Un concierto, sin embargo, es otro tipo de espectáculo. En la mayoría de las ocasiones es un espectáculo único. Incluye la interpretación en directo, la improvisación, la comunión con el autor. Un concierto, excluimos aunque tal vez innecesariamente los de música clásica, es una experiencia de comunicación entre el autor y el espectador.
Las canciones están hechas para ser escuchadas, reproducidas, expuestas al público. Una y otra vez. Para que las escuches en tu reproductor. Pero en directo, las canciones, tienen otra vida. Existe la posibilidad de que el autor se equivoque, la de que improvise un solo, la de que incluya frases nuevas o distintas en la canción que tantas veces ha cantado.
Por eso la música en directo, los conciertos, son experiencias distintas, únicas, variables, un espectáculo que con la crisis económica y como no la cultural está a la baja. El precio es poco mayor que una entrada de cine. El espectáculo dura más o menos lo mismo. Pero tiene la diferencia de que es único, irrepetible.
No debería ser necesario defender la música en directo. Pero en estos tiempos en que parece que todo gasto es un despilfarro, que todo dinero gastado es dinero malgastado, que todo debe ser gratis o necesario, la música en directo es no sólo necesaria, sino imprescindible. No sólo como diversión, sino también para comprender hasta que punto algo puede ser único.
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