Aquella otra mujer no había recibido ningún mensaje mío. No tenía su teléfono, así que todo lo tenía que hacer en directo. Todo lo tenía que improvisar. Pensé en ti. En que esa mujer y tú no os parecíais más que en lo elemental. Dos pechos. Dos ojos brillantes. La condición de mujer. El intento un poco subrepticio de manipularme. Las ideas preconcebidas. Cierta estupidez y fantasía. Quería conseguir de ella lo mismo que no conseguí de ti. Y como me pasa siempre contigo no conseguí nada, más que la promesa de volver a verla, de volver a intentarlo.
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