Mirabas a aquel hombre en la cama y te preguntabas qué sería aquello que te volvía tan loca. Eso te decías a ti misma, loca, este hombre me vuelve loca. No podías darte una respuesta lógica. Unas horas antes habías disfrutado entre sus brazos. Tal vez más que con otros. Pero no sabías si por el hecho de que ese hombre era él o por lo que había pasado realmente. Si todo era producto de tu mente, de la sublimación de lo que ese hombre era, o si de que ese hombre era mejor que los otros. Miraste el móvil. Ningún mensaje. Ninguna llamada. Pensaste en mí. Pensaste en mis mensajes y en mis llamadas. En que te gustaba recibirlos. Y en qué tendrías qué hacer para recibir otro.
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