Con la torpeza que me es propia, me había abierto una herida en un dedo mientras cortaba jamón. La terapeuta se reía y me decía, eso te pasa por torpe y por cortar jamón mirando al vacío, ¿por qué no mirabas al jamón? Y encima no dejabas de moverte.
Yo intentaba parar la hemorragia, pero me estaba costando, el agua del grifo fluía rápidamente sin que yo pudiera saber si iban ya gastados uno o dos o tres litros. Al rato llegó la terapeuta cogiéndose la mano. Había intentado terminar el bocadillo de jamón, pero le pasó lo mismo que a mí y también se cortó ¿mirabas al vacío? Y me lanzó un par de gritos, incluso puede que más de cinco. No los conté.
El agua seguía cayendo en el grifo mientras los dos tratábamos de restañar nuestras heridas, busqué betadine y gasas mientras ella ponía la herida bajo el grifo. Una corriente roja se formó junto al desagüe y entonces enuncié un principio que ya todos deberíamos saber: Todo fluye.
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