Pusimos el oído y nos dispusimos a escuchar, la terapeuta, extrañamente, daba golpecitos en la mesa, como siguiendo un ritmo que yo, acostumbrado al blues, no terminaba de coger:
Es verdad que si vamos de la mano los dos, y uno se pierde nos perdemos los dos, es más fácil si no vamos siempre agarrados, si nos agárramos y no nos soltamos cuando sea necesario acabamos los dos en el suelo. Pensé en el vacío que se produce cuando mi gente está lejos de mí, no en Jerez, si no aquí, y sonreí a la terapeuta, que seguía con el ritmo y no se dio cuenta.
Y si no dejáis de correr pues os vais a hostiar, lelos. Baja la voz, le dije. Pero es que si no dejan de correr se hostian, Sí, lo sé, pero si tú gritas sólo sirve para que sepan que los miramos y cotilleamos. Vale, pero ese consejo lo doy siempre a todos mis pacientes no corráis hacedlo todo despacio, que además se disfruta más. Ellos siguieron hablando así que nos callamos y la terapeuta seguía con el ritmo que a mí ya me iba gustando.
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