Allí sentados, con la cerveza y la compañía la noche se hacía, si no más fresca, al menos más llevadera. Llegó un hombrecillo con pantalones cortos en los que sobresalían unas piernecillas blanquitas blanquitas. Luna y Sol le pusieron ojitos a ver si de ahí salía algo de trabajo, sobre todo si conllevaba poco movimiento.
Pero el hombrecillo no picó, sin embargo vino a nosotros y dijo que se llamaba Germán y era Inspector de Hacienda. Se hizo un silencio culpable y todos nos miramos por si acaso. Él dijo que no importaba, que no estaba de servicio y que no pasaba nada.
Tenía una charla amena, tan pronto hablaba de Mourinho, como de Shakira (llegó el momento, caen las murallas, va a comenzar la única justa de las batallas) o de Belén Esteban. Pero luego el tema se desvió y les preguntó a Sol y Luna si trabajaban en la economía sumergida. Ellas confesaron. Pero también dijeron que querían ser legalizadas, pero que no había un régimen para ellas. Germán les dio la razón y empezó a dar datos: el 43% de los españoles justifica el fraude fiscal, y la economía sumergida ha crecido en estos años al mismo ritmo que la cola del paro.
Total que vivimos en la cochambre moral. Sol y Luna dijeron: dínoslo a nosotras.
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