Nuestras amigas Sol y Luna, sudorosas y cansadas por el calor de la jornada, bajaron a tomarse un descanso a la terraza. Su teléfono móvil del trabajo no paraba de sonar, pero decidieron ponerlo en silencio, al menos un rato. No querían perdonar una cerveza y una charla, con nosotros y con Germán que se había sentado también nuestra mesa.
Estábamos hablando de la necesidad de mayor comunicación en el mundo actual. Aunque yo siempre he pensado que la comunicación es precisamente uno de los problemas del mundo, el exceso de comunicación, el hecho de que una persona pueda decir todo el rato todo lo que quiera es un exceso. Hay que saber parar.
Sol y Luna hablaban de lo contrario de la gente que no es capaz de expresar nada de nada, de decir nada de nada. Y que con ella se sueltan un poco, pero poco. Entonces su teléfono volvió a sonar y dijeron, mira más comunicación. Sí, dijo la otra, toda la comunicación del mundo (tiene la teoría de que el sexo es comunicación y que si puedes comunicarte bien con alguien el sexo con esa persona será maravilloso). En diez minutos estoy cariño, dijo al interlocutor. Mientras se marchaba, Germán, mirándola el culo dijo: Entra en los demás y deja que los demás entren en ti. Y Luna, que se quedó con nosotros dijo, eso me lo apunto.
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