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viernes, agosto 20, 2010

DUDAS

Si bien es una cuestión del todo cartesiana, la duda no me estaba ayudando nada, me estaba más bien desencaminando, me estaba atormentando. La pregunta en cuestión ¿lo hago o no? Tenía sólo dos posibles respuestas: sí o no.

La cuestión era que no hacerlo me libraba de todo problema y compromiso, no hacerlo me libraba de pecado, de razones, de más dudas, de incomprensiones, de todo. El no implicaba no hacer nada más. Ya estaba.

El sí era el problema. Si lo hago tendré después que hacer muchas más cosas. Y además mis hechos tendrán consecuencias. Y tendré que afrontarlas. Y luego está el arrepentimiento. ¿Me arrepentiré? ¿No lo haré? ¿Podré pagar el precio? ¿Afrontar las consecuencias?

Así que ahí andaba debatiéndome en la duda, entre el sí y el no, entre el arrepentimiento y la culpa y la tranquilidad de conciencia pero quedándose con las ganas. Y ni Descartes, ni Hume ni nadie me podía ayudar. Hasta que llegó la terapeuta, me dijo, déjate de gilipolleces, y me empujó al agua de la piscina.


Te busqué por la duda, no te encontraba nunca

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