Harto como estaba de los gritos y tal, decidí jugar a uno de mis juegos favoritos. En un momento en que la terapeuta no miraba salí corriendo y me escondí. De siempre el escondite ha sido uno de mis juegos favoritos. Mis quince hermanos y yo jugábamos continuamente y yo siempre era al único al que no encontraban. Horas más tarde yo salía y decía aquí estaba (que era donde siempre) y ellos decían, sí, has ganado.
La cuestión es que me había ganado, o no, ya no lo recuerdo, los gritos que la terapeuta me estaba dando, así que agache la cabeza, pero cuando ya llevaba quince minutos con el rollo, los patos, el vecindario y yo estábamos hartos. Yo tenía, como de costumbre, ganas de huir, así que huí.
Yo no había previsto que pasaría lo que pasó, pero el caso es que cuando ella se dio la vuelta y no me vio se volvió loca y empezó a gritar más aún y a tirar un par de cosas. Abrió un par de puertas, dio varios portazos, me amenazó y finalmente dijo, ¿a que se ha ido al bar? Y se fue.
Al ratito se abrió la puerta, Felipe, que había estado en la terraza fumando todo el rato, abrió el armario donde yo estaba escondido y dijo, vive oculto.
Y yo, que soy un acojonado, dije, si vuelve, me tiro por la ventana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario