En una época de crisis mucho mayor que esta se estrenó Lo que el viento se llevó. Era 1939 y comenzaba la II Guerra Mundial. La película también contaba la historia de un mundo en crisis y eso, unido al marketing de la época y a los valores innegables de la película, hizo de ella un gran éxito que ha llegado casi intacto hasta nuestros días.
Muchos avatares hubo en su rodaje, desde incendios verdaderos hasta la difícil elección de la protagonista, hasta los cinco directores que trabajaron en la película pese a que sólo uno aparece en los títulos de créditos y uno de ellos, Geroge Cukor, fue vetado por su homosexualidad.
Pero lo fundamental de la película, que hoy justo cumple 75 años desde su estreno, es la historia de un mundo que se destruye y que luego se recrea. En una sociedad en crisis como fue la de su estreno, la frase de Vivian Leigh en su papel de Scarlett O'Hara, “A Dios pongo por testigo de que nunca más volveré a pasar hambre” con la música subiendo, los colores incendiándose en el atardecer y la rabia de la pronunciación fue todo un icono y un modelo para millones de mujeres que durante esa época pasaban hambre, penurias y penalidades.
Desde lo más alto de la cima la familia O'Hara cae, tras la guerra, a la pobreza, la muerte en muchos casos y el hambre. Y desde ahí Scarlett lucha para devolverla a su estado preguerra. Algo que muchas mujeres, muchos hombres, muchas familias lucharían por hacer también en los años en los que la película estaría en cartel.
Ahora, con un período de crisis similar, con mucha gente sufriendo hambre, con muchos padecimientos, con la pobreza en el umbral de la puerta y un mundo en continuo cambio a peor, esa frase de Scarlett, esa historia de superación sigue más vigente que nunca. Porque parece que nada cambia nunca y que siempre hay que luchar para no huir del hambre.
Muchos avatares hubo en su rodaje, desde incendios verdaderos hasta la difícil elección de la protagonista, hasta los cinco directores que trabajaron en la película pese a que sólo uno aparece en los títulos de créditos y uno de ellos, Geroge Cukor, fue vetado por su homosexualidad.
Pero lo fundamental de la película, que hoy justo cumple 75 años desde su estreno, es la historia de un mundo que se destruye y que luego se recrea. En una sociedad en crisis como fue la de su estreno, la frase de Vivian Leigh en su papel de Scarlett O'Hara, “A Dios pongo por testigo de que nunca más volveré a pasar hambre” con la música subiendo, los colores incendiándose en el atardecer y la rabia de la pronunciación fue todo un icono y un modelo para millones de mujeres que durante esa época pasaban hambre, penurias y penalidades.
Desde lo más alto de la cima la familia O'Hara cae, tras la guerra, a la pobreza, la muerte en muchos casos y el hambre. Y desde ahí Scarlett lucha para devolverla a su estado preguerra. Algo que muchas mujeres, muchos hombres, muchas familias lucharían por hacer también en los años en los que la película estaría en cartel.
Ahora, con un período de crisis similar, con mucha gente sufriendo hambre, con muchos padecimientos, con la pobreza en el umbral de la puerta y un mundo en continuo cambio a peor, esa frase de Scarlett, esa historia de superación sigue más vigente que nunca. Porque parece que nada cambia nunca y que siempre hay que luchar para no huir del hambre.
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