Humanos y no, los
superhéroes se enfrentan en muchos momentos al peligro de la muerte,
pero nunca a la decrepitud, al paso del tiempo, a la pérdida y la
nostalgia. Humanos por sus sentimientos, pero excepcionales por su
físico, los superhéroes no pueden entender la decadencia del ser
humano, la pérdida de facultades, la pérdida de los amigos y los
familiares, el paso del tiempo.
Sus vidas, más
largas, incluso casi inmortales, nos son contadas en múltiples
ocasiones, pero siempre en los momentos más esplendorosos, donde no
tienen miedo al paso del tiempo, al peligro de vivir y de ser viejo,
antiguo, de estar fuera de la actualidad.
Superman, Batman,
Spiderman, Lobezno, en diferentes contextos, nunca envejecen, nunca
cambian, nunca sienten el peso del tiempo, son eternos, jóvenes
siempre, siempre en esplendor, siempre enfrascados en su trabajo, en
su labor, sin que el tiempo pase.
Para el ser humano,
el tiempo pasa y sus estragos en el cuerpo, en los sentimientos y en
el espíritu. Tienen que asumir su condición de pasajeros, de
fugaces, de que un día su paso por aquí terminará. En ese sentido
el ser humano cambia, evoluciona, sufre por el cambio. Los héroes
son pétreos, duros, imperturbables.
Por eso también nos
gustaría ser ellos, porque son eternos y no fugaces, porque se
quedan y no envejecen ni sufren el paso del tiempo. Pero huidos de la
ficción, afrontar esa realidad, la humanidad y el tiempo, es uno de
los grandes trabajos del ser humano y no fracasar en él francamente
difícil.
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