En este tiempo en el
que se comprar millones de objetos con el fin de regalarlos, el libro
será uno de los más socorridos a la hora de comprar, envolver y
endilgar a quien corresponda. La novela negra y la novela histórica,
tal vez las grandes tendencias de la época, serán las que dominen
el mercado con su habituales promesas de hacer pasar un rato
entretenido a quien las recibe.
El género negro ha
dado muchas vueltas en los últimos años y su proliferación, tanto
en relatos escritos, puramente literarios, como en su forma
audiovisual en forma de series televisivas o películas. Mucho se ha
avanzado en las historias de policías, detectives, muertes o robos,
tanto que el género se trasciende en muchos casos para lograr
verdadera literatura, mucho más allá del género y sus prioridades.
En un mundo en el
que parecería que todo ya está escrito, las formas de matar a
alguien y de encontrar a ese asesino parecerían ya gastadas, aún se
puede encontrar temas originales, crímenes poco habituales y
detectives peculiares como si eso fuera lo importante de lo que nos
quieren contar. En realidad, eso no es más que el enganche, lo
importante en una de estas ficciones, de estas novelas, es su
capacidad para ir más allá, para hacer algo que sea literario o
artístico además de genérico.
True Detective o
Prisioneros son dos ficciones que han conseguido eso. Una serie y una
película de tono negro que consiguen explorar en el ser humano. Lo
mismo sucede con Hammet o con Chandler, incluso con Simenon, que
suman a lo meramente detectivesco, lo literario.
Un género que
venderá millones estos días, que expondrá al juicio de los
lectores las imaginaciones criminales de los autores y que seguro que
saldrá triunfador, porque, en tiempos turbulentos, quien más o
quien menos siempre imagina un crimen. Uno al menos.
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