En su discurso de
aceptación del Premio Nobel, Modiano ha afirmado que el narrador es
un prisionero de su tiempo. Su obra, marcada por el tiempo que le ha
tocado vivir, y sobre todo por el tiempo que le ha obsesionado
siempre, el de la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial.
Las palabras de
Modiano, tienen gran parte de realidad absoluta en la narración.
Pese a que las narraciones pueden alejarse del tiempo en el que los
hechos tienen lugar, el tiempo del narrador y también el del lector,
aprisionan esa realidad narrada y hasta la modifican.
Tomemos por ejemplo
la ciencia ficción de los años 60 o 70. Su visión del futuro
estaba condicionada sin duda alguna por su visión del presente, por
el tiempo en el que estaban viviendo esos narradores.
Obras como
Fahrenheit 451 muestran un futuro que no es sólo una imposibilidad,
sino que visto hoy, resultaría sobre todo poco creíble, poco
futurista. El futuro, visto hoy, tendría enormes diferencias con ese
visto por Bradbury, tecnológicamente, socialmente, económicamente,
culturalmente.
Otras muchas
visiones del futuro e incluso del pasado se encuentran prisioneras
del tiempo que vivimos, con sus propios problemas, sus propios
tabúes, su tecnología y sus valores sociales y morales, que vistos
en el pasado o aplicados al futuro nos da un resultado maniqueo de lo
pasado o de lo porvenir.
El narrador es
prisionero de su tiempo, pero también lo es el lector, que no puede
salir de su persona, o de su tiempo para ser otro, para tener otra
moral y otros conocimientos. Así todo lo que narramos está
condicionado por lo presente, por la realidad, por el ahora, por más
que triunfe la novela histórica o la novela de ciencia ficción.
Manipulando la historia y el futuro, la ficción muestra casi siempre
su presente, a veces incluso de manera interesada y consciente.
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