En la noche de Todos los Santos, Don
Juan Tenorio revive en los teatros de toda España, pero no sólo en
los teatros, también en cementerios, iglesias y otros lugares que
pretenden recrear el misterio de uno de los personajes más
universales de la literatura española.
Don Juan, nacido de una primera versión
atribuida a Tirso de Molina, fue recorriendo la escena española
hasta llegar a Zorrilla. Después ha habido muchas más versiones,
parodias y recreaciones del personaje, pero la de Zorrilla, con sus
versos musicales e infinitamente repetidos, se ha quedado en la
memoria colectiva como la buena.
Estos días se representa por casi
todas partes: Castellón, Alcoy, Lorca, Toledo, Oviedo, Gijón, San
Sebastián de los Reyes, Valladolid, Almagro, Elche, Zamora, Madrid,
Mahón, Sevilla, San Fernando, Ávila o Alcalá de Henares son
algunas de las ciudades que acogen la representación de las
aventuras y amores de Don Juan Tenorio.
El hecho de que el último acto de la
obra se desarrolle en un cementerio ha promovido que en algunos
camposantos se celebren visitadas guiadas que terminan con la
representación de ese último acto en el que Don Juan acepta por fin
su condición de hombre y es redimido por el amor, la mayor fuerza
humana posible.
Mientras, la obra de Zorrilla se
muestra viva y presente por todas partes. El hombre que no conoce las
barreras morales ni éticas, que mata, seduce y traiciona, que
renuncia a la religión, a la moral y la humanidad y que pese a todo
consigue triunfar hasta que da con Doña Inés de Ulloa, sigue siendo
un mito de la literatura que ha sido exportado y versionado por todas
partes.
Sus palabras están en la memoria y en
los labios de muchos, que se saben tiradas de versos completas de la
obra. Sus actos contra la moral, la religión y la humanidad y su
reconversión quedan como gran aventura literaria y moral a través
del bien y del mal, a través del amor y la vida, para salvar el alma
de un hombre gracias al gran don de los hombres, el amor.
2 comentarios:
Una pena que la versión más conocida del don Juan sea la más mala. Uno de los finales más estúpidos de la historia del teatro.
La de Tirso es mucho mejor, pero mucho menos representada, incompresiblemente.
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