La ausencia de sonido hizo que desde el
principio del cine, la expresividad de este se basara más en el
gesto y los movimientos de los actores que en sus posibles palabras
intuidas por el público o escritas en cartelones para que se
pudieran leer.
Siendo un arte narrativo, pues contaba
una historia, debía hacerlo sin palabras, sólo con el movimiento y
los gestos de los actores. La eliminación del sonido restaba muchas
posibilidades a los cómicos en el nuevo medio. El humor verbal es
siempre muy directo, muy básico y muy factible para cualquiera.
Para ese humor del cine mudo hacía
falta actuar y hacía falta, también, la construcción de un guión
que supusiera una gran carga de comicidad sólo a partir de elementos
visuales. En ambas cosas destacó Buster Keaton.
Probablemente es el más conocido de
los cómicos del cine mudo americano. Keaton, con su personaje típico
de hombre delgado y pálido, de hombrecillo delicado, ya pretendía
con su mero aspecto hacer reír a los espectadores.
Muchos elementos se mezclan en sus
películas. El humor situacional, el humor absurdo, la ternura y
sobre todo el humor físico, del que los primeros cómicos eran
maestros. Caídas, saltos, golpes, lanzamientos de objetos, etcétera
eran típicos en estas películas consiguiendo que el público
soltara la carcajada.
Pero no valía con juntar un montón de
situaciones en las que fuera posible encajar humor físico, había
que construir una estructura en la que juntarlas. El maquinista de
la general, El navegante o El moderno Sherlock Holmes
permitieron a Keaton indagar en los argumentos y en las
posibilidades de lo cómico.
Máquinas que cobran vidas, equívocos,
el enfrentamiento entre la razón del hombre y la de la sociedad, son
básicos en este humor. Un hombre fuera de la sociedad se enfrenta a
ella enseñando sus costuras. Pero desde una cara cómica.
Keaton y su genio se apagaron con la
llegada del sonoro, pero sus películas, su inventiva, su
inteligencia para desarrollar el humor no dejan de sorprender.
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