Somos lo que recordamos. Y si no
recordamos no somos nada. Cambiamos lo que pasó. Lo modificamos para
que sea como queremos que sea. Para recordarlo sin dolor. Recordamos
lo vivido y así sabemos que lo hemos vivido, sabemos que ha pasado y
que ha sucedido y que no lo hemos imaginado.
Sabela no puede recordar. Y Fidel la
ayuda a recordar su historia, una parte de su historia. Entre los dos
van reconstruyendo la vida de Sabela. Pero no todo es recuerdo. A
veces es imaginación. A veces es sueño. Y todo se mezcla. Lo no
sucedido. Lo imaginado. Lo real.
Eso sucede en Ardalén, la obra
que ha dado a Miguelanxo Prado el Premio Nacional del Cómic. Con una
obra plagada de éxito y de buenos trabajos, Prado consigue con esta
obra que está en el límite de lo real y de lo fantástico (un poco
como está El Quijote) que los mundos se mezclen, se enreden.
Y que los recuerdos y la fantasía se mezclen.
Esa mezcla que también encontramos en
Luis Durán. O en Paco Roca. Esa mezcla que forma parte de lo que se
ha llamado Realismo Mágico, que empieza en España, con la obra de
Fernández Flórez y la de Cunqueiro, y que los novelistas gráficos,
los ilustradores y escritores han plasmado tan bien en sus libros.
¿Dónde llevará el recuerdo de Fidel
a Sabela? ¿Sucede todo o es sólo sueño? ¿vivimos o recordamos?
Todas esas interrogantes en el mundo fantástico que los dibujos de
Prado plasman estupendamente en el libro.
(Prado, Miguelanxo, Ardalén,
Norma, 25 euros)
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