Un lugar no es sólo un espacio en el
que se desarrollan las historias, también es muchas veces un
personaje de esas historias. Cómo el espacio condiciona la vida, el
acontecer o incluso en algunos casos el carácter, puede ser
evidente. Vivir bajo los ardientes rayos del sol del desierto no es
igual a vivir bajo el frío absoluto de Siberia o los países
Escandinavos.
Como personaje o protagonista de las
historias, los espacios también tienen un carácter que mostrar y un
papel que jugar en las narraciones. Por eso un viaje a un lugar no es
sólo una visita a sus elementos representativos, es también una
narración donde ese lugar es protagonista de lo que se vivirá.
Viajar a Nueva York se va convirtiendo
en un clásico actual. Quién no tiene unos cuantos amigos que han
conocido la ciudad americana, que la han visitado y que al volver te
han dicho que es exactamente igual a lo que se ve en el cine y en la
televisión.
Tres series han contribuido, como
ninguna otra a mostrar ese carácter de la ciudad neoyorkina. Son tres
comedias actuales, en la que personajes más o menos jóvenes
convergen en la gran manzana y cuentan sus vivencias, extrañas y
cómicas, como no podrían ser en otro lugar.
Seinfeld es la más antigua. A
principios de los 90 el humorista Jerry Seinfeld creó una serie con
la premisa de que no iba a contar nada. Y efectivamente la serie no
contaba nada. No tenía argumento. Simplemente contaba las historias
curiosas que le ocurrían a un humorista y a sus tres amigos.
Dinners. Restaurantes. Clubs de humoristas. Reuniones sociales, son
los escenarios donde se desarrolla la comedia, que tuvo un éxito
absoluto.
Friends contribuyó más que ninguna a
formar una idea moderna de Nueva York. A través del vestuario y los
peinados de Rachel o de las locuras de Phoebe podíamos ver qué
estaba de moda, que era lo bueno, que era lo necesario. La historia
del amor que era y no era de estos chicos que vivían en una ciudad
feliz, trasmitía el mensaje de que no había mejor lugar que Nueva
York para vivir.
Cómo conocí a vuestra madre ha
conseguido resucitar la imagen de la ciudad. Destruído su espíritu
y casi su libertad por el atentado del 11 de septiembre, con esta
ficción volvemos a ver una ciudad alegre, una ciudad divertida, con
bares, gente que ríe y que vive pese a todo, con toda la libertad
que promete la capital del mundo contemporáneo.
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