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sábado, noviembre 16, 2013

EL PREMIO NACIONAL DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS, UNA REFLEXIÓN

El Premio Nacional de Las Letras Españolas distingue desde hace tiempo a los escritores más reconocidos de nuestro país. En este año el ganador ha sido Luis Goytisolo que a sus 78 ha sido premiado con este galardón por el conjunto de su carrera.

Perteneciente a la saga familiar y literaria de los Goytisolo, que cuentan entre sus miembros a otros ganadores del mismo premio y a varios escritores de renombre, Goytisolo es uno de esos nombres que se dan cuando quiere parecer que se lee algo difícil, intrincado, culturalmente de gran nivel.

El jurado a la hora de definir su literatura y justificar el premio ha indicado que se lo otorgan por obra “siempre comprometida con la búsqueda de nuevos territorios literarios” que son palabras muy sonoras, pero que no queremos saber qué indican. Se supone que Goytisolo, por estas palabras, es un innovador continuo en su escritura. O bien alguien que busca lugares de los que escribir.

Comprobando la nómina de escritores que han ganado el premio, observamos en ella un elenco majestuoso de nombres estudiados en el Bachillerato por todos. Estudiados como nombres, no como autores. Sánchez Ferlosio, Francisco Ayala, Ana María Matute, Caballero Bonald y una larga lista de autores conforman el elenco de premiados.

Viendo esos nombres, parece que el premio se otorga siempre a autores que han pasado incluso la barrera de los consagrados. Autores que están cerca de la ochentena o que la rebasan cumplidamente. Autores que no admiten discusión, pues poseen un nombre literario y una historia de su literatura, pero autores cuya relevancia actual es ínfima o incluso mínima.

Las obras de Goytisolo no aparecen entre las más leídas, ni entre las más vendidas. El resto de autores ya habían producido lo mejor de sí mismos cuando les fue otorgado el premio, que no fue nunca un acicate para seguir con su labor, sino más bien un reconocimiento a su retirada, a su obra ya finiquitada.

Sin duda es un premio enormemente prestigioso, pero tal vez le convendría una renovación, para estimar y premiar a autores relevantes en la actualidad, autores que pueden influir en los demás no sólo con lo ya hecho, sino con el camino que tomarán a partir de ahora. Autores más jóvenes, más en consonancia con los tiempos, cuya obra esté todavía en progreso.

Ese es el problema de este tipo de premios (resaltábamos lo mismo de los Nobel) otorgados más a una carrera que a un autor. No tendrán ya demasiada influencia y serán pocos los que se vean animados a conocer a Goytisolo. Quedará su prestigio intocable y su obra estandarizada. Pero estará, tal vez, demasiado lejos del lector actual.


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