Matrix es esto. Nuestro mundo es
Matrix. Nuestro mundo es el universo paralelo y el mundo real, el que
no vemos, es en el que las máquinas nos controlan y nos utilizan
como pilas de combustible. Somos nosotros, todos, los que vivimos en
un mundo paralelo y el real el que no vemos.
De esta premisa parten los hermanos
Wachowski para crear el universo ficticio más famoso de los úlitmos
años. Un informatico debe elegir entre permanecer en su vida, una
vida falsa, o ver el mundo real, el controlado por las máquinas y
donde los humanos no son más que pilas, energía para utilizar.
Al igual que Alicia, debe elegir entre
dos píldoras, una que le hará seguir y otra que le hará visitar el
mundo real. Lo curioso de Matrix es que el mundo ficticio es el que
vivimos, el que percibimos cada día. Vivimos en una ensoñación
producida por las máquinas, producida para que seamos felices
mientras servimos de combustible para que las máquinas se alimenten
de nosotros.
Contra ese mundo lucha una guerrilla.
Para tratar de revertir la situación y volver a lo primigenio, para
los hombres vuelvan a ser libres y el mundo sea lo que siempre ha
sido.Y Neo será el elegido que podrá salvar a los hombres, que
podrá volver las cosas a su estado normal.
La película fue un auténtico exitazo.
Y contó con dos enrevesadas continuaciones. Gastaron miles de
millones en complicadas escenas de acción que acabaron por comerse
la idea original, la de un mundo real que no es más que una
ensoñación, que el ser humano está dormido dentro de sí mismo,
metido dentro de su propio sueño, que tiene que despertar para ser
libre.
Como católicos polacos, los Wachowski
identificaron a su héroe con Cristo, y a partir de ahí el
sufrimiento y la libertad se convierten en una alegoría de la
salvación de los hombres. Pero las continuaciones fueron
decepcionantes. Los efectos especiales se comieron la historia que
tanto prometía, la de un universo paralelo que estaba delante de
nosotros, la de un universo ficticio en el que vivimos y otro
destruido y real que no queremos ver.
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