El lado bueno de la locura. O el lado
inexistente. De eso habla El lado bueno de las cosas, la
película que dio mucho que hablar y que incluso ganó un Oscar el
año pasado. Habla de la locura como un estado casi divino en el que
no importan los comportamientos extraños, los comportamientos
dañinos de un enfermo bipolar.
Esos comportamientos además de salirse
de la norma, le hacen pasar de la euforia a la depresión más
absoluta. Tras la infidelidad de su mujer un hombre sale de un
psiquiátrico para intentar recuperarla. Y por el camino busca todas
las formas para hacerlo.
Pero en la resolución de este
argumento algo falla, porque esa obsesión desaparece. La finalidad
última de una obsesión es que se realice. Es lo único que relaja
al cerebro de un obsesivo. O una gran cantidad de terapia y
medicación. Pero en este caso no es así.
En la película vemos comportamientos
que están fuera de lo que podríamos llamar la buena salud mental.
Obsesivos compulsivos, compulsivos a secas, bipolares, duelos
prolongados y sin consuelo. Todo eso queda resuelto sin más en una
especie de comedia romántica que muestra el lado bueno de la locura,
pero que parece muy alejado del lado real.
Lithium, la canción de Nirvana,
hace referencia al medicamento que se toma para la enfermedad
bipolar. Consigue estabilizar los ataques y mantener al paciente
controlado. En esa canción se muestra la realidad de un enfermo
bipolar. Los vaivenes. El dolor. La indaptación.
Como película, la narración funciona,
pero se muestra muy alejada de la realidad de un enfermo mental.
Muestra el lado inexistente, como en un cuento de hadas protagonizado
por bipolares y compulsivos. Lo interesante de una película es que
funcione como historia y esta, a pesar de hacerlo, te deja un regusto
de fantasía excesiva, de mentira tan gorda escondida en una falsa
verdad que no puedes creerla del todo.
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