No quiero nada más que mirar y mirar.
No quiero pasear contigo de la mano. No quiero que me mires y rías.
No quiero quedarme a la sombra. No quiero tu frialdad, ni el calor
que puede venir de cualquier mujer. No quiero nada. Ni siquiera
quiero la paz. Quiero mis ojos. Quiero verlo todo. Mirar y mirar.
Quieto y mirando como un gato que se
pasa la tarde en un balcón. Ajeno a todo y por todo interesado.
Olvidándolo todo. Inventando cada historia que veo. Mintiendo a la
realidad como ella siempre me miente a mí. Creando una historia
paralela del mundo que nadie más que yo va a conocer.
Conozco tu existencia. Pero no me
interesa. Conozco la existencia de todos. Pero no me importa. El
mundo es sólo un espectáculo. Mirar y mirar. Y no poner ni siquiera
palabras. Mirar como si no supiera nada, como si estrenara los ojos a
cada minuto.
Pasa una chica rubia. Pasa un coche
rojo. Pasa un señor chino que corre. Todo es una historia nueva que
sucede. Una historia nueva que invento. Una chica rubia que llega
tarde a una cita, premeditadamente, porque le gusta hacerse esperar.
Un coche rojo con una pareja que ya no se quiere, pero no puede
decirse que ya no se quiere. Un señor chino que ha provocado un
incendio en un almacén.
Pasas tú. Pero no me pareces tú. Y
cuento una historia distinta. Pasas tú y yo no salgo en la historia
que invento. Pasas tú y me gusta verte pasar y me gusta verte
marchar. Pasas tú y aún hay mucho más que mirar y mirar. No pienso
que deseo que vuelvas a pasar. Sólo lo deseo. Pero no puedo elegir.
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