El contraste entre dos personalidades
muy distintas que acaban pareciéndose y atrayéndose, es un efecto
que ha sido ampliamente explotado por el mundo de la ficción. Un
cerebrito que acaba enamorándose de una mujer de acción. O al
contrario, una mujer fina y delicada que acaba loca por un
aventurero, por un hombre de vida desordenada.
Ese efecto tan viejo, es la trama
principal de La fiera de mi niña, inmortal película de
Howard Hawks. Con la brillante actuación de Cary Grant y Katherine
Hepburn, el director norteamericano creó un icono del cine
universal.
La historia es simple, un científico
necesita inversión para mantener sus estudios. Una rica y excéntrica
heredera parece la mejor manera de conseguir los fondos. Cuando ambos
se conocen, las cosas se complican, se lían, se vuelven locas.
El científico sufre una
transformación. Pero también sufre el tiempo que pasa junta a ella.
Su mundo ordenado se desordena. Se enfrenta a una fiera humana y
también a una fiera real, un Leopardo que hace de mascota de la
heredera.
Una comedia romántica de enredo que ha
servido de fuente para muchas posteriores que no alcanzaron su nivel
de ternura y sobre todo de comicidad. Las copias de las copias de la
obra de Hawks aburren por anodinas y repetidas. Sin embargo, La
fiera de mi niña, realizada en 1938, sigue fresca y provocando
risas.
Y es ahí donde reside la fuerza de una
creación, que siga vigente con el paso del tiempo, que no envejezca,
que sea actual por más que el tiempo pase, y esta película lo
consigue. Así que si no la has visto deberías. Y si la has visto
vuelve a verla. Verás como te sigue haciendo reír.
No hay comentarios:
Publicar un comentario