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sábado, julio 26, 2014

EL VIAJE FICTICIO


Un viaje. Ulises vuelve de Troya a Ítaca. Su viaje dura años. Recorre las islas griegas, tropieza con paisajes, mares, rocas, personajes mitológicos. Nosotros, con él en el barco, con él en el infierno, con él en cada paso del viaje de vuelta a casa.

El viaje permite comprobar con los sentidos lo que existe más allá del lugar en el que residimos. La ficción permite hacer eso mismo también. Con mucho menos. Sin necesidad de transporte, tiempo o dinero. Simplemente dejando que la ficción transcurra delante de ti.

Tiene el inconveniente de los sentidos. Pero puedes visitar cualquier lugar. Cierto o falso. Y puedes visitarlo tal como fue. Y no tal como es. Y puedes visitarlo antes de ahora y después. Y puedes visitarlo acompañado o solo, de paso o contemplando cada mínimo detalle.

El nivel de conocimiento de un lugar que se visita es a veces menor que el de una visita ficticia. Podemos saber no sólo como es, sino también quién vivió, cómo hablan, qué visten, cómo comen. Y después apagarlo todo y volver al mismo sitio en el que estábamos.

No tiene la misma fama, ni el mismo prestigio, pero el viaje ficticio muestra igualmente lo que hay. No tocas el agua de la playa. Pero puedes estar en esa playa y en otras muchas. Puedes verlo todo y tener tiempo de hacerlo.

El viaje ficticio como opción para los que no quieren salir de su sitio, para los que disfrutan de su comodidad, para los que no pueden marchar. El viaje. Siempre disponible. Que nunca termina.



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