Es humano pretender sacar el mayor
provecho posible a las situaciones, el librarse de las cosas,
intentar que no nos pillen, no nos afecten. Intentar que nos sean
siempre favorables. Eso entra dentro del comportamiento humano que
todos somos capaces de comprender y hasta de imitar. Por eso no
extraña nada el comportamiento de estos señores de las cajas.
Varios son ya los que se han ido con un montón dinero bajo el brazo.
Esa cantidad de dinero sería inmoralmente alta incluso si la cosa
fuera bien. Pero no es así.
Hemos de suponer que todos haríamos lo
mismo. Y que una vez hecho nos daría igual, con catorce millones
bajo el brazo, lo que dijeran los demás. Tendríamos catorce
millones que nos consolarían de todo. Así que es probable que a
este señor le de lo mismo lo que digamos todos.
La ambición es humana. Y nos ha
llevado a puntos desquiciantes. Como gran parte de esta crisis, que
parece creada por la codicia de todos, de los grandes y los pequeños,
de los que especulaban con su casa y de los que concedían créditos
para lucrarse con los intereses.
Son cosas humanas y entendibles. Pero
moralmente son inaceptables. Que el lucro de unos sea pagado con la
vida, el dinero y el esfuerzo de los demás. Es humano hacerlo. Pero
ser humano da un poquito de asco a veces.
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