Cuando se ha despertado, Sonia no ha
encontrado a Miguel en su cama. No había rastro de él. Sería
imposible decir que había estado allí. Si no fuera porque ella
sentía todavía su calor junto a ella. En algún momento de la noche
él se fue. Pero su olor y calor estaba todavía allí.
También seguía allí la sensación de
felicidad que la había provocado. No sólo por el sexo. También por
su presencia. Por sus palabras. Miguel la hacía sentir bien. Y esa
sensación se quedaba con ella varios días. Incluso su pérdida, su
huida, no importaban. Esa sensación todavía seguiría allí durante
unos días.
Sonia se ha duchado y ha desayunado sin
prisa. Hoy no hay trabajo. Piensa en lo que hará Miguel este día,
lo que estará haciendo ahora. Piensa que estará corriendo. Cree que
es un pesado con eso. Cree que lo hace demasiado y que lo cuenta
demasiado. No entiende por qué tiene que salir a correr a cada rato.
Por qué tiene que cuidarse como un atleta.
Sonia le ha mandado un mensaje a
Miguel. Pero él no lo ha recibido. Ha salido a correr y tardará
mucho en volver. Va a maltratar su cuerpo y su cabeza un buen rato.
Va a ducharse y a olvidar. Va a leer el mensaje y a sentirse
excitado. Va a pensar en Elena y en sus errores. Va a llamar a Sonia
otra vez.
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