Últimamente notaba demasiado trasiego
en la escalera, gente que subía y que bajaba todo el rato, así que
pensé que, una vez más, compartía inmueble con una o varias
prostitutas. No suelo cruzarme con gente en la escalera, mis horarios
son más bien raros, pero el ruido lo hacían por la mañana. Eso me
escamó. ¿Qué clases de prostitutas trabajan por la mañana? Y otra
pregunta flotaba en mi cabeza, ¿por qué no había tangas colgados
de la cuerda de la ropa?
Así que decidí que un día madrugaría
y vería que pasaba. Subí, sin erección ni nada, lo prometo, al
piso que llamaba mi atención y vi una larga fila de mujeres y
hombres mayores esperando. La curiosidad me mataba. ¿Qué harían
esas mujeres? ¿Qué juntaría a ese público tan variopinto?
Cuando llegó mi turno me recibió una
chica muy guapa, pero muy vestida, que me pasó a un despacho. Había
una mesa, pero no había cama.
Salió una mujer. Llevaba una túnica.
Era bruja. Le dije que era el vecino y que no quería nada, que sólo
me había movido la curiosidad. Le dije que me sorprendía todo el
tráfico que había en el portal. Nadiuska, que así llama la mujer
que hace lo que hace, me dijo que lo sentía, que me echaba las
cartas gratis. Le dije que no, que no me interesaba. Le pregunté qué
tal el negocio y sonrió. Por lo visto le va muy bien. Pero que muy
bien. Aunque no me lo dijera. Le prometí volver.
1 comentario:
me he partido con lo de: subi, sin ereccion ni nada, lo prometo jajaja
saludosss
Publicar un comentario