Con el tiempo Miguel ha establecido una
relación amistosa con Dios. Muchas veces sabe que no puede existir,
que es imposible que Dios haya creado el mundo, su persona o la
religión. Muchas veces Miguel mira al nihilismo como la única
respuesta posible a la vida. Nada significa nada. Pero Miguel sabe
que esa idea es peligrosa, por eso se la calla la esconde. Mientras
tanto habla con Dios mucho rato. En su cabeza todo es una
conversación. Con mujeres que ama o amó. Consigo mismo. Con algunas
personas que no conoce, pero que son conocidas: escritores,
periodistas, locutores radiofónicos. Y muchas veces habla con Dios.
Le llama. Le pregunta. Pide su ayuda. “El Señor es mi Pastor...”
muchas veces cuando la tentación o el deseo se hacen dolorosos
Miguel se acuerda de Dios y convoca su nombre para que le ayude.
Cuando corre, Miguel se siente cerca de Dios, siente cierta
elevación, cierto poder que le sentir por un momento que Él existe.
Y cuando para y siente toda la energía de sus músculos y el placer
de la serotonina o de cualquier otra hormona que no conoce, Miguel
sonríe y piensa en Dios y en las mujeres.
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