Está ahí. Al borde la lengua. Pero no
se dice. Nunca nadie lo ha sabido. Y nadie debería saberlo. Porque
ni siquiera yo mismo puedo decirlo y mirarme después tranquilo en el
espejo. Porque seguramente tu mirada después de decirlo ya no será
la misma, no seré yo el que fui. No para ti. Así que nunca nadie
debería saberlo. Y por eso siempre mejor quieto. Siempre mejor solo.
Donde nadie pueda verme. Nadie pueda saberlo. Donde nunca pueda hacer
nada. Y no tener una verdad que guardar para ti. Ser bueno por
siempre. Al menos para ti.
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