Los chinos no duermen. O eso me parece.
Por muy pronto que me levante, ellos ya lo han hecho antes. Nos
acostamos a la vez, pero ellos se levantan pronto, hacen su trabajo y
vuelven a casa. Sin echarse la siesta. Sin bostezar. Son un pueblo
maravilloso. Creo que todo es por la gran cantidad de secretos de la
naturaleza que conocen.
Yo me levanto, me tomo mi desayuno, voy
al baño, me paro un rato a mirar internet, pongo la radio, discuto
con el locutor, me visto, y por fin salgo a la calle. Cuando yo he
hecho todo eso, ellos ya han trabajado mucho rato y han hecho casi
todo lo que yo tenía previsto para el día.
No conocen la siesta. No saben qué es
eso ni cómo se hace. Yo les he explicado que consiste en dormir
después de comer un rato, que será más o menos largo dependiendo
de lo cansados que estén o de lo que pongan en la tele. Si ponen
ciclismo la siesta será larga. Si ponen documentales hasta que
empieza saber y ganar.
Trato de exportar esta ancestral
tradición a sus pequeños cerebros, pero a ellos no les gusta
dormir. Eso no significa que yo pueda dormir más. Y me jode, la
verdad, porque siempre acaban despertándome.
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