A Miguel le gusta correr. Hace unos
años se levantaba en vacaciones a las ocho de la mañana para
aprovechar la temperatura aún no demasiado alta. Le gusta hacer
series, pequeñas aceleraciones que ponen su corazón más rápido
todavía. Siente un pequeño dolor a la altura del pecho. Ese dolor
le encanta. Esos segundos que puede aguantarlo y subir aún más la
velocidad le proporcionan placer y la sensación de que puede ganar a
su cuerpo. Se repite: “cuando no puedas más sigue corriendo. Y si
no puedes más, sigue corriendo”. Ahora corre por las tardes,
aunque tiene un pequeño dolor en la rodilla. Corre para olvidar el
dolor. Ha comprado unas zapatillas nuevas y al estrenarlas el dolor
del pecho y el de la rodilla se agudizan. Miguel sonríe. Le gusta
correr.
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