La presencia o
ausencia de una trama narrativa marca en muchos ocasiones el camino
del éxito de una ficción o no. Parece que el ser humano, narrativo
desde sus inicios y en todas las culturas, precisa de la narración
para que algo le interese. Esa ausencia de conexión con una historia
o con la realidad puede acabar con una tendencia, una ficción o un
arte.
La desconexión de
esa trama narrativa con el arte se produjo a principio del siglo
pasado. El trabajo de filósofos y artistas iba en ese camino, el de
mostrar una realidad sin historia, sin narración, sin una conexión
cierta con la realidad que pudiera sugerir una historia al
espectador. Es la abstracción.
Aplicada a una serie
de televisión, la abstracción es Seinfeld y la narración
tradicional es Friends. Seinfeld no tenía ningún propósito
narrativo, simplemente contaba lo que les pasaba a unos personajes
sin que la trama avanzara por un lado o por otro. De hecho da igual
qué temporada de Seinfeld veas, nada cambia, todo es igual.
Friends, sin
embargo, cuenta una historia muy evidente: el amor entre Ross y
Rachel. En torno a eso gira la narración y giran también las vidas
de los protagonistas, que se relacionan casi como secundarios con la
trama de ese amor complejo entre Ross y Rachel.
Sucede que el humor
de Seinfeld y el de Friends, tan distinto, continúanfuncionando con
el tiempo. Es cierto que el de Seinfeld nos parece más antiguo, más
pasado, porque los monólogos iniciales y finales de Jerry ya no
tienen nada que ver con la realidad, cuentan el pasado de cosas sin
importancia.
Recuperar ambas
series y ver cómo funcionaba la ficción televisiva, cómica, en los
90, es ver cómo las cimas de ese género, las bases de lo actual,
estaban ahí. Todo lo demás parece tomar los ingredientes que estas
series inventaron y ponerlos en otro contexto, en otro orden, en otro
lugar. Abstracto o no, ese humor sigue alimentando a los guionistas
que tal vez algún día inventen otro patrón de comedia.
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