¿Sabían los
modernistas que eran modernistas y que sus obras respondían a un
canon definido y que formaban un grupo más o menos uniforme? ¿Lo
sabían los vanguardistas? ¿Y los románticos? En muchos casos sí
lo sabían, se juntaban en tertulias, escribían manifiestos, se
guiaban por unas pautas o gustos fijos a la hora de escribir.
¿Qué queda de todo
eso ahora? ¿En qué momento estamos? ¿Hay alguna definición, algo
que junte no ya a todos los escritores si no a un grupo de
escritores? No lo parece. Al menos no tenemos ahora mismo la visión
crítica como para decir que es así.
Quizá la mejor
forma de definir el estado actual de la literatura sea el mercado.
Los libros que se venden y los que no, los que tienen éxito y los
que se tienen que devolver a la editora para que esta haga con ellos
papelote. Es lista publicada en varios suplementos literarios que da
la posición de los ejemplares y autores que venden es la mayor
referencia. Para el lector en muchos casos. Y para los editores que
quieren estar en ella y tener a los autores que la copan.
Siempre ha habido
superventas, libros y autores que vendían y vendían libros como
churros, pero no siempre han coincidido con los que han pasado a la
historia de la literatura, a ser clásicos y por tanto a tener
determinada influencia en el mundo posterior.
Ahora, en un tiempo
sin definición, que necesita distancia para saber qué está
pasando, qué perdurará, qué ha sido bueno y qué ha sido un error,
son las listas, el mercado, quiénes mandan. Pronto llegarán las
navidades, se venderán montones de libros (que tal vez nunca se
lean) que estarán ya entre esos más vendidos. El cine lleva más
ventaja en eso, muestra patrones, se sabe lo que es prescindible, lo
que sirve sólo para un rato y lo que se pretende que perviva, aunque
no siempre sea así. Demasiadas preguntas para un tiempo donde tal
vez sea la crítica la que no pasa por su mejor momento.
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