El Quijote, o más bien, su autor, ha dado dos noticias últimamente. Ninguna de las dos tiene demasiada transcendencia, el libro es el que es, y las interpretaciones del mismo no van a cambiar. No va a cambiar lo que en él hay escrito y no va cambiar la consideración que tenemos de él.
Situar El Quijote en un ambiente real es algo que se lleva intentando desde que la obra se publicó. Muchos son los que se arrogan para sí ser el hogar de Dulcinea, Sancho o el mismo pueblo donde el hidalgo vivía. En ese sentido un investigador afirma haber dado con el acto de bautismo de un Sancho que es el mismo de la novela, un Sancho al que Cervantes conoció. Una noticia que realmente no tiene ninguna importancia, pero que en los medios resuena, siendo realmente algo más anecdótico que importante.
Pero mucho más allá va la polémica que se ha organizado al nombre Alcázar de San Juan hijo predilecto al autor. Este siempre se ha considerado nacido en Alcalá de Henares y ahora el pueblo manchego reclama para sí el nacimiento de Cervantes.
Muchos son los que se han arrogado ese natalicio. Los hay que han dicho que Cervantes era realmente catalán, otros afirman que sin ninguna duda su carácter y su apellido son gallegos y que por eso su obra tiene tanto humor.
Esta historia secundaria a la literatura en la que anda aún metido Cervantes, unido a la búsqueda de sus restos mortales, nos habla de que su uso tiene que ver con otra cosa. Su prestigio literario hace que para cualquier lugar sea una bendición tenerlo como propio. Eso dará caché e importancia al pueblo. O al menos eso piensan.
Lo que sí parece importante es que eso contribuirá de cierta forma a que el pueblo sea conocido y tenga más visitantes. O sea, que como siempre se trata de dinero. De poder hacer unas jornadas cervantinas o quijotescas o sanchescas y que la gente vaya y visite improbables museos y vea lo que se supone que vio el autor y que le inspiró su magnifica obra.
Esa pelea por el dinero sin duda haría suspirar al Caballero de la Triste Figura ante lo mundano de lo sucedido. Y demostraría a Cervantes que ni siquiera matando a su personaje este deja de dar tumbos por ahí. Aunque tal vez se las apañara para sacar algún rendimiento, él que siempre estuvo tan apurado. Y esto cuando aún falta un año para el centenario de la publicación de su segunda parte.
Situar El Quijote en un ambiente real es algo que se lleva intentando desde que la obra se publicó. Muchos son los que se arrogan para sí ser el hogar de Dulcinea, Sancho o el mismo pueblo donde el hidalgo vivía. En ese sentido un investigador afirma haber dado con el acto de bautismo de un Sancho que es el mismo de la novela, un Sancho al que Cervantes conoció. Una noticia que realmente no tiene ninguna importancia, pero que en los medios resuena, siendo realmente algo más anecdótico que importante.
Pero mucho más allá va la polémica que se ha organizado al nombre Alcázar de San Juan hijo predilecto al autor. Este siempre se ha considerado nacido en Alcalá de Henares y ahora el pueblo manchego reclama para sí el nacimiento de Cervantes.
Muchos son los que se han arrogado ese natalicio. Los hay que han dicho que Cervantes era realmente catalán, otros afirman que sin ninguna duda su carácter y su apellido son gallegos y que por eso su obra tiene tanto humor.
Esta historia secundaria a la literatura en la que anda aún metido Cervantes, unido a la búsqueda de sus restos mortales, nos habla de que su uso tiene que ver con otra cosa. Su prestigio literario hace que para cualquier lugar sea una bendición tenerlo como propio. Eso dará caché e importancia al pueblo. O al menos eso piensan.
Lo que sí parece importante es que eso contribuirá de cierta forma a que el pueblo sea conocido y tenga más visitantes. O sea, que como siempre se trata de dinero. De poder hacer unas jornadas cervantinas o quijotescas o sanchescas y que la gente vaya y visite improbables museos y vea lo que se supone que vio el autor y que le inspiró su magnifica obra.
Esa pelea por el dinero sin duda haría suspirar al Caballero de la Triste Figura ante lo mundano de lo sucedido. Y demostraría a Cervantes que ni siquiera matando a su personaje este deja de dar tumbos por ahí. Aunque tal vez se las apañara para sacar algún rendimiento, él que siempre estuvo tan apurado. Y esto cuando aún falta un año para el centenario de la publicación de su segunda parte.
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