Hablábamos ayer del
punto en el que se encuentra o en el que debería encontrase nuestra
literatura, un punto desconocido, por muchas razones, una de ellas,
seguramente, la falta de crítica. Para la crítica universitaria, la
académica, que será la que coloque al final cada cosa en su sitio
falta distancia.
La crítica
universitaria trabaja casi siempre en etapas cerradas, así se puede
estudiar un fenómeno con total profundidad, comprobando las fuentes,
el alcance y la repercusión. Puede ver así lo que sucedió en un
momento concreto e inscribir a un autor o una obra en su movimiento o
en su estilo exacto. Casi nunca se ocupa de lo que sucede en el
momento, mucho más inestable y con el peligro de fallar la
disección.
En ese sentido, no
es la crítica académica la que debe ocuparse de lo que sucede en el
momento, sino que es otra crítica, la periodística, la que se ocupa
de lo que sucede. Pero esa crítica periodística está empujada por
diversos inconvenientes. El primero de todos es uno muy extendido en
toda el periodismo, la relación personal entre periodista y actor de
la realidad. En el periodismo deportivo, político, del corazón y
también en el literario, lo que hace un amigo se mira con ojos
diferentes a lo que hace un amigo, y con ojos también distintos a lo
que hace un neutral.
Además hay que
sumar los intereses de las casas editoras de los periódicos, muchas
veces pertenecientes a grupos que publican los libros que son
criticados (con poca credibilidad) por las secciones de cultura de la
prensa.
De ahí la gran
extensión de obras maestras, genios en una sola generación e
incluso en una misma ciudad y por supuesto de Shakespeares,
Cervantes, Dickens o Joyces renacidos, con una sola novela publicada.
Seguramente el de la
crítica no sea el mayor problema del sector literario y editorial,
pero no ayuda nada el amiguismo, el servilismo y la falta de
credibilidad en lo que se dice o se escribe de determinados libros o
autores. No ayuda a aclarar dónde estamos, qué es bueno, qué
merece ser leído, quién vilipendiado.
Una vez más el
lector se encuentra solo y perplejo ante la literatura, ante tanto y
tanto libro publicado, ante tanto autor calificado de genial y ante
un panorama que no se aclara y que se muestra plagado de genios que
es necesario leer.
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