Tal vez por este
contexto de crisis general en el que parece que todo está en el
aire, que todo puede en cualquier momento cambiar y dejar de ser lo
que ha sido durante tantos años, se suceden las historias sobre el
apocalipsis. Pero son todas historias que cuentan el después del
apocalipsis, la resistencia a él y la forma de afrontarlo y de
volver a lo anterior. En el fondo son historias épicas de la
creación del mundo, o de la recreación del mundo anterior. Cantos a
la nostalgia.
Algo así es
Rompenieves, el cómic o la película. La historia de un tren de
movimiento eterno que circula por un mundo apocalíptico de manera
infinita, sin poder parar, pues si para todos sus ocupantes morirán
por el frío y la nieve que cubren ahora el planeta.
En el tren, como en
una pirámide social, se encuentran distribuidos por vagones, desde
la cabeza a la cola, los miembros del mundo, desde los ricos que
cuentan con espacio y con comodidades, hasta los pobres que están
hacinados y con poca comida.
Una rebelión de los
pobres tratará de cambiar las cosas en esa sociedad cerrada. Pero a
esta rebelión se une otra historia, la de un hombre que cree que la
vida en la Tierra es ya posible, que el frío ya no es tanto, que se
puede vivir fuera del tren.
Un viaje por dentro
del tren y por las tripas de esta sociedad apocalíptica y cruel en
la que la muerte y el dolor se juntan con la mentira y la brutalidad
de las autoridades. Muchas son las ideas que se esconden en esta
historia, desde la de la manipulación y la crueldad del poder para
mantener su estatus, hasta la necesidad de ese poder para que todo
funcione como es debido.
Y sobre todo la
esperanza, como siempre moviendo las historias épicas. Porque sólo
teniendo esperanza se puede luchar para mejorar el mundo, para
cambiarlo, o para devolverlo al punto anterior, el punto de nostalgia
que incluso ahora, en 2014 nosotros tenemos.
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