La ocupación de
Francia por parte de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial ha
sido tratada por muchos autores y en formas muy distintas. Modiano,
el premio Nobel de literatura de este año, tiene este período como
marco de referencia para muchas de sus obras. Y no sólo él, muchos
otros han tratado ese período entre ominoso y glorioso de la
historia del país vecino. Desde la serie Aló, Aló, que hablaba en
tono de humor de esa ocupación y de la tarea de la resistencia hasta
La prórroga, el cómic o novela gráfica de Gibrat.
Gibrat sitúa su
historia en un pequeño pueblo de la Francia central, con su café,
su cura y sus parroquianos, ya mayores pues los jóvenes están en la
guerra. Al pueblo llega Julien un joven que ha desertado de la guerra
y que es dado por muerto.
Para poder seguir
así, muerto y sin levantar sospechas ni correr más peligros, Julien
se esconde en el palomar de una casa y desde allí observa la vida
que trascurre a su alrededor, con las pequeñas batallas dialectales
del café, las correrías de la resistencia o el peligro del ejército
nazi o de la milicia francesa que la apoya.
Dos puntos destacan
en el cómic, por un lado la historia de amor entre la preciosa
Cecile y Julien, que la observa desde su palomar, que se muere de
celos ante su amistad con un joven herido en el frente y vuelto a
casa, por otro lado está la guerra, que sin llegar a ser real en el
pueblo, está presente en todo y todos los actos.
De contenido
antibélico, el cómic muestra cómo reaccionan las personas ante la
guerra, como se sitúan en un bando o en otro, y cómo se van poco a
poco deshumanizando, ante la muerte, la violencia y el desenlace del
conflicto. El final de la guerra será largo, y mientras la venganzas
por lo pasado estarán esperando en cualquier esquina.
De hermoso dibujo y
con una narración que combina la guerra y la vida, la novela gráfica
enseña lo mejor y lo peor del ser humano, como un reflejo de la vida
misma y de un período convulso y extraño de la historia.
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