El día que Mishima
se convirtió en el Quijote y decidió que había que vivir la
literatura y no la vida, sin duda tenía en la cabeza a los 47 Ronin.
Mishima, armado con katanas y con el código de honor japonés, entró
en un cuartel del ejército y tomó el mando. Pretendía soliviantar
a los soldados y dar un golpe de estado que volviera las cosas al
Japón tradicional.
Ese día quijotesco
en el que Mishima decidió que la historia de los 47 Ronin no sólo
era real sino que había que repetirla para salvar a Japón de la
modernidad y de la falta de valores tradicionales, sucedió después
de que el Premio Nobel le fuera concedido a su maestro Kawabata
cuando él ya se daba por ganador.
La de los 47 Ronin
es la historia de los soldados que permanecieron fieles a su señor
después de que tras un oscuro incidente este tuviera que realizar el
suicidio ritual. Es la historia mil veces popularizada y repetida en
Japón de cómo los soldados prepararon y ejecutaron la venganza, de
cómo consiguieron limpiar el nombre de su señor y de cómo después
tuvieron que morir ellos también, tuvieron que cumplir con su propio
suicidio ritual dando así muestras de que no les importó en ningún
momento su persona, si no mantener la justicia y el buen nombre de su
señor.
Esa historia ha
pasado después a mangas, a libros, a películas, se ha trasmitido
oralmente de padres a hijos y ha quedado en la memoria colectiva.
Mishima, frustrado por no poder combatir en la Guera Mundial,
frustrado por no tener el Nobel, frustrado viendo como todo se
perdía, como Japón cambiaba, como el mundo olvidaba a los 47 Ronin
y los códigos de conducta y el honor, decidió crear las Fuerzas de
Autodefensa de Japón (al más puro estilo de D'annuzio) y
convertirse él mismo en un Ronin, en el número 48.
Es día Mishima
también inició su propio suicidio ritual, pero su secretario falló
varias veces a la hora de rematarlo y cortarle la cabeza. El Quijote,
convertido en Ronin, había hallado molinos una vez más.
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