En todas las épocas
hay una moda que domina el ámbito artístico y literario. Esas modas
son pasajeras en la mayor parte de los casos y los que acaban
perdurando son aquellos que son capaces de elevarse por encima de esa
moda, los que le sacan todo el partido, o aquellos que más allá son
capaces de generar algo distinto, algo nuevo.
Jorge Manrique era
un poeta más de su tiempo. En una época en la que escribir era una
actividad cortesana, propia de señores que tenían dinero y poder,
Manrique hubiera pasado por ser un poeta, uno de tantos poetas que
ahora encontramos recopilados en cancioneros, con poemas sobre el
amor cortés iguales a los que escribió su tío Gómez Manrique por
ejemplo.
Pero Manrique supo
cambiar su propia historia, su propia fama y perdurar hasta nuestro
días creando algo diferente, distinto. Los sentimientos verdaderos
que y la reflexión que siguió a la muerte de su padre llevaron a
Manrique a escribir sobre esa muerte, a dejar su testimonio humano y
artístico y poético sobre los hechos que le habían sucedido.
Y siendo aquellos
sentimientos algo muy humano, algo que todos habrán de pasar, su
obra perduró. Durante años fue leída y los que lo hicieron en un
tiempo en los que no había imprentas y los libros eran un material
valioso difícil de conservar y hacer perdurar, decidieron que eso
que había escrito Manrique debía continuar, debía seguir y servir
a los que les sucedieran.
Y los siguientes y
los siguientes y los siguientes decidieron que así fuera. Y ahora,
más de cinco siglos después, la obra de Manrique sigue siendo
leída, sigue vigente, sigue siendo tan humana como cuando se
escribió. Porque Manrique supo elevarse por encima de su tiempo,
supo ser humano, supo dejar a un lado la moda y escribir más allá
del tiempo.
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