Aunque parezca un western, Solo ante
el peligro es mucho más. Si la película ha resistido durante
tanto tiempo los visionados de generaciones y generaciones de
espectadores criados con cines de ritmos, texturas y argumentos
distintos, es porque va mucho más allá de su género, lo trasciende
convirtiéndose en mucho más que una película de vaqueros.
En principio el argumento es el mismo
que el de cualquier otra cinta del oeste: unos bandidos vuelven al
pueblo en el que fueron detenidos para vengarse de su sheriff. Este
acaba de casarse y va a emprender el viaje de novios, pero decide
quedarse para enfrentarse de nuevo a sus enemigos. Se enfrenta su
destino sin remedio como lo haría un héroe clásico.
Pero ese argumento da un giro hacia lo
psicológico, ya que nadie en el pueblo quiere ayudar al sheriff.
Ninguno de sus amigos. Ninguno de los altos cargos del pueblo.
Ninguno de todos los reunidos en la iglesia durante los actos
religiosos. Todo un pueblo contra tres hombres. Y nadie quiere ayudar
al sheriff.
La película trata del miedo y de la
cobardía, de la soledad de un hombre que tiene que cumplir con su
destino mientras los demás están demasiado asustados para hacer
algo. Eso diferencia a los héroes de los cobardes, hacen lo que
tienen que hacer. El conjunto del pueblo abandona a su héroe, a su
representante y prefieren quedarse en casa esperando el resultado
del duelo injusto a ayudar a su hombre.
Además, en un gran acierto de
narración, el reloj se convierte en gran protagonista de la
película. Está rodada casi en tiempo real. Los bandidos vienen. El
tren llegará. Y las horas pasan en el reloj mientras las puertas se
cierran para el héroe. El reloj marca el enfrentamiento y la soledad
del héroe ante todos.
Al final el enfrentamiento tendrá
lugar. El reloj hará sonar sus campanas. Y el héroe cumplirá con
su destino, como no podría ser de otra forma. Y lo hará solo. Solo
ante el peligro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario