Mientras todos sus compañeros de
generación y sus amigos trabajaban en Hollywood, Miguel Mihura se
quedaba en la cama. Tenía un tumor en una pierna que le dejó para
siempre un cojera triste. Era 1932 y sus amigos cumplían el sueño
que él había tenido siempre. En los meses que permaneció en la
cama escribió Tres sombreros de copa.
Pasaron veinte años y muchas cosas
antes de que Mihura estrenara la obra. Pasó por el cine, escribiendo
los guiones de las películas de su hermano Jerónimo. Pasó por las
revistas de humor refundando la Ametralladora y fundando La
Codorniz. Pasó por muchos períodos de vacaciones. Pasó por el
teatro, estrenando otras obras.
Y por fin, un grupo universitario se
atrevió a poner en las tablas Tres sombreros de Copa. Nadie
había querido porque la consideraban un potencial fracaso, una
fuente de pataleos y de escándalo seguro en el teatro. Pero no fue
así. Fue un pequeño éxito. Y sobre todo fue un gran éxito de
crítica, que se quedó prendada en un simbolismo y una vanguardia
que el propio Mihura no terminaba de entender.
La obra no es ni mucho menos la más
representada de Mihura. Su teatro, escrito a partir de la segunda
mitad de los cuarenta, cuando ya ha abandonado la Codorniz, es
mucho más suave. Contiene elementos absurdos, tiernos y de cierta
modernidad. Pero es un teatro que está escrito y pensado para las
gentes que llenaban los teatros en la época, desde la alta
aristocracia a la pequeña burguesía.
Maribel y la extraña familia,
Melocotón en Almíbar, Ninnette y un señor de Murcia o Mi
adorado Juan son obras que tuvieron éxitos fulgurantes.
Permanecieron en escena durante meses. Sus protagonistas alcanzaron
la fama. Y Mihura llenó sus bolsillos. Pero no pretendía hacer un
teatro rompedor ni vanguardista. Sólo un teatro cómico que se
adaptara a sus ideas estéticas: humor absurdo, situaciones
inverosímiles (un señor viaja a París y se pasa todo el tiempo que
dura su viaje dentro de un piso), personajes que se salen de la norma
social y fascinación por la libertad individual sobre la sociedad.
Ese es el teatro de Mihura. El que se
repone continuamente. El que vuelve a las carteleras cada poco
tiempo. El que triunfó y triunfa y triunfará, porque contiene un
humor universal y humano. Tres sombreros de copa, siempre fue
para él una rareza. Y sigue siéndolo.
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