El teatro es un género literario
concebido para ser representado, para ser visto por un espectador
mientras es representado por unos actores. Estos se encargan de crear
una ficción, de crear una situación delante de los espectadores.
Durante el tiempo de la obra, son otros, y tienen que hacer creer al
espectador que es aquel que está fingiendo ser.
Pese a este hecho, el teatro ha sido
también un género literario muy publicado. Desde los grandes
clásicos hasta obras muy modernas, las obras que lo merecían
conseguían un impulso extra de conocimiento y difusión al llegar al
papel. Durante los siglos de oro, importantísimos para el teatro
español, las obras de Lope, Calderón, Tirso y muchos otros autores
se copiaban, se imprimían y pasaban de mano en mano contribuyendo a
su éxito.
Pero llegó un momento en que esa
publicación cesó. Encontrar obras nuevas de teatro que se publiquen
es difícil. Casi imposible. Los autores desaparecieron del panorama
cultural. No es que no existan, es que están en la sombra. Publicar
teatro es más difícil que publicar poesía. Estrenar teatro es casi
tan difícil.
La perpetua crisis del teatro español
(constatada desde los propios siglos de oro) se hace más que patente
en este hecho de la falta de publicación de obras teatrales. Las
nuevas casi son clandestinas, pero algunos clásicos también. Pocas
ediciones. Pocas o poquísimas editoriales que publican teatro. Casi
o ninguna publicidad. Poca difusión.
Leer teatro no es como asistir a una
representación. Pero se puede llegar a aproximar. La recreación del
texto leído que conlleva la lectura hace que la representación sea
factible en la cabeza del lector. Sin embargo los autores y los
lectores de teatro están siempre olvidados, siempre desamparados por
parte de las editoriales.
Durante parte de la segunda mitad del
siglo XX hubo colecciones editoriales dedicadas a la publicación de
las obras que triunfaban en las carteleras. Obras de Carlos Llopis,
de Torrado, de Calvo Sotelo, López Rubio o Alfonso Paso se
publicaban al poco tiempo de ser estrenadas. Los espectadores querían
tener el texto para sí, recrearlo siempre que quisieran.
Pero esas publicaciones desaparecieron.
Ya sólo puede encontrarse teatro publicado en bibliotecas muy bien
surtidas. En librerías de viejo. Hay mucho material a reeditar.
Mucho material por descubrir. Mucho material por salvar de la
desaparición. Mucho material que desgraciadamente se olvidará y
desaparecerá para siempre.
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