Tras la Guerra Civil, el teatro, como
todo el país y sus infraestructuras culturales, va poco a poco
reconstruyéndose. Si bien había habido compañías que durante la
guerra representaron y hasta estrenaron obras, sobre todo en San
Sebastián, capital de la zona Nacional, es tras la guerra cuando la
maquinaria teatral vuelve a funcionar.
En los teatros de la capital la
actividad vuelve a tomar carrera. Poco a poco se van soslayando las
consecuencias de la guerra y su larguísima posguerra (soslayando, no
olvidando ni remitiendo) y vuelve a haber un público que demanda
entretenimiento.
Junto con el teatro vuelven las
revistas culturales, los periódicos con sus suplementos y resurge la
actividad editorial con parecidos visos a los de los años anteriores
a la contienda. Persiste una burguesía y una aristocracia que espera
rellenar su tiempo con entretenimiento.
Con el paso de los años una clase
media trabajadora se interesa también por el entretenimiento. La
radio, los toros, el fútbol y el teatro son los fudamentales. Los
teatros se llenan y los autores con éxito llenan sus bolsillos. Una
obra con éxito reporta a su autor muchos beneficios.
Los autores se dedican en exclusiva al
teatro. Mihura, Tono, López Rubio o Neville apartan sus otros
trabajos en favor del teatral. Hay que trabajar menos y se gana mucho
más. Si hay suerte la obra se adapta al cine. Es mucho dinero por
pocas páginas. Poco trabajo comparado con lo que hay que hacer para
rellenar una revista o escribir y vender una novela.
Con el nacimiento de la televisión,
los autores ganan una fuente de ingresos. Los primeros años del
medio permiten a los autores teatrales llevar sus obras a la
televisión. Incluso escribir guiones exclusivos, como los de Al
filo de lo imposible.
Pero poco a poco la televisión con
toda su capacidad de entretenimiento va ganando la batalla. Cada vez
existen más diversiones. Más posibilidades para un público que es
cada vez mayor en número. El teatro, sin embargo, languidece frente
a la televisión, el cine y los espectáculos deportivos. Mantiene un
atractivo cultural, un asomo de medio prestigioso que no tienen el
cine y la televisión. Pero sus autores son cada vez menos, menos
conocidos, menos exitosos, menos prestigiosos.
Y llegamos al momento actual, con
autores prácticamente desconocidos, con la mayor parte de las obras
siendo reposiciones u obras adaptadas de otros idiomas, con un sector
editorial inexistente para los autores dramáticos y con un precio
cada vez mayor en las entradas que ahuyenta a un público cada vez
más ajeno al medio. La crisis del teatro es permanente, pero se hace
mayor cada vez. El género siempre ha sobrevivido. Esperemos que siga
consiguiéndolo.
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