¿Cómo varía el gusto con los años?
En el campo deportivo no lo hace. Desde niño el que es de un equipo
lo es para siempre. Podrá cambiar de mujer. Podrá cambiar de
trabajo. Podrá cambiar de país. Podrá cambiar cualquier cosa en su
vida, pero no su equipo de fútbol. ¿Por qué en los gustos
culturales no sucede lo mismo?
Mirando estanterías, pensando en lo
que hacíamos de adolescentes o con unos años menos, vemos cosas que
ahora no se nos ocurriría escuchar. Lecturas que ahora nos parecen
estúpidas. El gusto ha variado. Lo que antes apasionaba ahora se ha
vuelto estúpido, ridículo. Nuevos gustos, nuevos sonidos, nuevos
libros, llenan nuestras estanterías.
El gusto adolescente es distinto, es
evidente. Somos más impresionables. Y probablemente tengamos
gustamos más directos. Que se calman de forman más sencilla. Los
discos de grupos con mucha batería, con guitarras estridentes son de
esa época. Gritos. Peticiones de libertad. Autoafirmación.
También en la literatura. Argumentos
más impresionantes. Palabras más altisonantes. Historias más
truculentas, o más directas, o en las que sentimos que el
protagonista se identifica más con nosotros. Tal vez esa sea la
clave, la identificación con el protagonista. Una vez crecemos, el
héroe atormentado nos parece menos interesante.
La relectura de algunas obras se hace
imposible. Y la vuelta a ese lugar, a ese recuerdo que un día se
quedó en nuestra memoria, se vuelve amarga. Intentar volver a ese
sitio ha sido un error. Y el recuerdo varía y nuestra propia
concepción también.
Hay gustos adolescentes y gustos
adultos. Varían por múltiples razones: modas, situaciones,
recomendaciones, mentiras (la mentira en el hecho cultural, en la
opinión cultural tiene mucho peso) o simples coincidencias. Los
gustos adolescentes pasan. El mundo varía. La percepción cambia. Y
todo lo pasado queda como recuerdo de lo que un día fuimos, de lo
que un día nos gustó, aunque ahora nos horrorice.
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