No es tanto un olvido (todos lo
recuerdan y quién más o quién menos ha leído parte de su obra)
como el poco recuerdo que se tiene de su obra. Sobre su vida, sus
excentricidades, su complicación para adaptarse al mundo, se ha
escrito y rumoreado mucho. Pero su obra, extensa, gigante y
multiplicadora, permanece en una especie de segundo plano difícil de
explicar.
Juan Ramón, como poeta total, no sólo
por su capacidad para extraer de la palabra la poesía más pura sino
porque tocó todos los géneros, todos los palos, dio lo máximo de
la poesía de su tiempo. Su obra, enorme en extensión, lo es aún
más en calidad. Pero su capacidad para influir, para gustar, para
pasar a la posteridad está un poco en entredicho.
No es el referente para casi nadie. Los
poetas no mencionan a Juan Ramón como su maestro. Tal vez por la
dificultad de equipararse a su obra. Tal vez porque llegar a intentar
acercarse a lo que hacía Juan Ramón es enormemente difícil. Juan
Ramón es inimitable, y por lo tanto, no puede ser maestro de nadie.
Pese a ello, Salinas, Guillén y otros
del 27 hablan del magisterio de Juan Ramón, pero para el resto sólo
serán Salinas y Guillén los maestros. Lo que de Juan Ramón aceptan
les viene dado por un camino más fácil, más asumible. Como le
sucede a Ramón Gómez de la Serna, lo que él hace es excesivo para
el público, para los lectores e incluso para muchos escritores.
Neville afirma que su grupo (el otro 27) triunfa porque le dieron al
público un Ramón simplificado. Eso sucede con Juan Ramón, es
demasiado puro para el público e incluso para los poetas. Su
influencia es casi imposible.
Por ahí puede venir su olvido. Su
perfección técnica y expresiva es tan grande que no puede ser
imitada. Que queda como un monumento que sólo se puede observar.
Pero también por la extensión de su obra. Demasiado variada.
Demasiado grande. ¿Qué Juan Ramón me gusta? ¿El final? ¿El
modernista? ¿El puro?
Recibe el premio Nobel en 1956. Es el
penúltimo poeta español en recibirlo. Después será Aleixandre,
otro olvidado. Pero nadie se confiesa seguidor de Juan Ramón. Es
como si en él empezara y acabara su poesía. Como si fuera un Ovidio
de la lengua española. Lorca, Hernández, Machado, Blas de Otero,
Salinas, Guillén, Dámaso Alonso, incluso Garcilaso o Quevedo son
tomados como maestros, son nombrados por muchos como los poetas que
más influyeron, como los que más leen. Pero Juan Ramón siempre
queda aislado. Escribió para una inmensa minoría. Cada vez más
inmensa. Cada vez más mínima.
2 comentarios:
Creo que algún día se volverá a reivindicar a Juan Ramón Jiménez, pero no veo ese día cercano. Es verdad que es un clásico como lo son Garcilaso de la Vega o Góngora. Se les estudia en lo académico y no se les utiliza como referente creativo. Desde la generación del 27 Juan Ramón Jiménez no ha sido maestro de nadie, como bien explicas.
En la línea de lo que comentas, decía una vez Woody Allen que había dos tipos de grandes artistas, los que crean escuela y los que son inimitables. A la hora de nombrar a un inimitable que él admirara mucho se acordó de un cineasta español: Luis Buñuel.
Este post, Félix, le debe mucho a una conversación que tuvimos sobre Juan Ramón, su biografía y su obra y lo poco que se lee.
No estaría mal que además de ser estudiado, hubiera unas obras completas de Juan Ramón críticas y accesibles. Eso ayudaría a que fuera más conocido y se leyera más.
Woody Allen tiene razón, hay artistas inmitables, y Juan Ramón lo es, tal vez por desgracia.
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