Con una de esas
frases antológicas, “Anoche soñé que volvía a Manderley”
comienza una de las películas más nombradas de Alfred Hitchcok,
Rebeca, basada como Los Pájaros en una novela de Daphne du Maurier.
La película es
realmente el recuerdo que su protagonista, o el fantasma de su
protagonista, tiene de los acontecimientos que la condujeron a ser la
señora de Manderley, la casa señorial de una importante familia
inglesa.
Una joven hermosa,
pero frágil, con poco carácter, que viaja con una señora rica que
la ningunea y casi la maltrata. En ese viaje conocen a un hombre aún
joven que es viudo y rico. En una relación extraña, en la que ella
se siente siempre muy por debajo de él que es frío y distante y
extraño, se casan y van a vivir a Manderley, la mansión familiar.
Allí los recuerdos
de la anterior señora, esa Rebeca mencionada en el título y mil
veces repetida, asedian a la pobre joven que no sabe actuar. Con el
servicio en contra y con la sensación de que nunca llegará a ser
nada similar a lo que fue Rebeca, vive un infierno acosada por el ama
de llaves la señorita Danvers, que adoraba a esa Rebeca perfecta a
la que la nueva señora, una chica pobre y sin gusto que ha cazado la
fortuna del aún enamorado de Rebeca señor de la casa, no llega a la
suela del zapato
Pero toda esta
historia de amor obsesivo por Rebeca y de chica pobre ninguneada y
acosada y fuera de lugar va cambiando poco a poco. Las circunstancias
de la muerte de Rebeca, su forma de actuar, sus rasgos de carácter
todo va poniendo de relieve un gran secreto, un visión diferente de
lo que parecía.
Jugando con las
expectativas del espectador, Hitchcok eleva el suspense, el terror y
la obsesión por encima del drama. El amor, el control, la pasión,
la mentira y el asesinato planean por todas partes sin que sepamos
quién es bueno y quién malo.
Ese sueño de vuelta
a Manderley fue sin duda una pesadilla. La mansión aparece destruida
en la escena inicial. La voz narradora de la protagonista está
envuelta como en una niebla. La misma que rodea Manderley el día de
su llegada.
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