Los libros de
textos, tan lentos siempre en incluir la realidad entre sus páginas,
habla de una literatura contemporánea que es un poco vieja, una
literatura que tiene entre diez y veinte años y que, sin dejar de
ser contemporánea, no es tan joven y tan actual como en el libro se
dice.
Entre esos autores
que se mencionan casi siempre está Julio Llamazares, un autor que se
compara con Juan Rulfo, por su estilo peculiar, lleno de secuencias y
de una prosa poética, lenta y adaptada en cierto modo al medio en el
que se desarrolla, al clima y al paisaje que domina sus narraciones.
La lluvia amarilla,
obra que siempre se cita de Llamazares, es una obra de 1988, más de
veinticinco años atrás. En ella se narra, mediante un monólogo
interior, la vida del último habitante de un pueblo que será nada
después de su muerte, de un pueblo que estará perdido y olvidado y
muerto con su último habitante.
Con un tranfondo
poético, con una gran carga estética en la forma y en las palabras
utilizadas, Llamazares realiza a la vez una instrospección en el
alma humana y una visión de la despoblación que sufren muchos
lugares de España, convirtiéndose poco a poco en desiertos,
olvidando los lugares, historias y personas que allí fueron un día.
Anteriormente
Llamazares había destacado por La lentitud de los bueyes y Memoria
de la nieve, dos libros de poesía donde ya estaba presente esa voz
poética y narrativa a un tiempo de lugares que se van perdiendo,
emocional o físicamente.
De cierta forma
Llamazares vuelve al mismo tema, al mismo sentimiento de pérdida de
lo primero y lo propio en su última novela, Distintas formas de ver
el agua, en la que cuenta la desaparición de lugares, pero en este
caso para siempre, tras la construcción de pantanos.
La pérdida del
lugar como identidad, como reflejo de uno mismo y sitio donde ser y
volver, se antoja principal en esta nueva novela como lo ha sido en
algunas obras del autor. Una novela que se aleja de las modas y los
paradigmas de los super ventas, que mira la realidad desde un punto
de vista menos evidente.
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